El idílico paisaje del valle de Vals, con apenas mil habitantes y ubicado en el cantón de los Grisones, el mayor de los 26 que dividen Suiza, apenas se ha alterado en los últimos 700 años, cuando se construyeron las primeras casas de piedra de la ciudad. Sin embargo, si se aprueban los planes de Remo Stoffel, propietario del balneario local, principal actividad económica de la zona, la situación cambiará para siempre. Y de forma significativa.
Stoffel busca erigir El edificio más alto de Europa En este verde y accidentado valle alpino, una torre de 381 metros de altura con una superficie interna neta de 53.000 metros cuadrados albergará un hotel que, a su vez, se convertirá en el más alto del mundo.
El edificio, conocido como 'Femme de Vals' (Mujer de Vals), tendría la misma altura que el Empire State Building, el famoso rascacielos neoyorquino que, durante décadas, fue la estructura más alta construida por el hombre en el mundo, antes de ser superado sustancialmente por una serie de imponentes edificios construidos en ciudades como Dubai, Shanghai y La Meca.
Como parte del complejo que alberga la emblemática construcción de los baños termales subterráneos de roca de Vals, obra de Peter Zumthor, los planes incluyen la adición de una esbelta torre de espejos y cristal de 381 metros de altura, diseñada por el arquitecto estadounidense Thom Mayne, ganador del Premio Pritzker. Reflejando el paisaje montañoso circundante de los Grisones y con vistas panorámicas a los Alpes suizos, el hotel de 53.000 metros cuadrados consta de tres elementos principales: un podio que conecta el edificio con los espacios adyacentes; un voladizo que alberga un restaurante, cafetería, spa, bar y salón de baile; y el rascacielos que incluye 107 habitaciones y suites. Un edificio minimalista que busca, con su estructura de vidrio, para integrarse perfectamente en su entorno, con los reflejos de las montañas y las nubes en la torre suavizando su impacto en el paisaje.
Sin embargo, los grupos ambientalistas y la mayoría de la población local aún no están convencidos de los méritos del proyecto, dado que la última palabra se otorga mediante un referéndum local —un método de consulta frecuente en la política suiza, así como por el gobierno cantonal— y la autorización para la construcción de la torre no está garantizada. Por lo tanto, la decisión de si el paisaje de Vals debe conservar el de los últimos 700 años o si lucirá la larga sombra de un rascacielos de acero y cristal proyectada sobre él cada día se decidirá en las urnas.